viernes, 9 de febrero de 2024

Antes de internet, CDs y disquetes (II)

 

Entonces, con la cabeza ya caliente porque el Olivetti PCS33 era un ordenador un tanto limitado, se notaba poco fluido con el Windows, tenía poco disco duro y la pantalla hacía que dolieran lo ojos a poco rato que estuvieras jugando (incluso con el correspondiente protector de pantalla tan habitual en los 90, con su cable a tierra), no podíamos ampliarlo más y además queríamos hacer más cosas.

Compramos un Pentium (o Pepinum, como decía mi amigo Ivan) que ya incluía todo lo que tenía el Olivetti y lo superaba. Solo le faltaba grabadora de CDs.

La CDD 2600, cortesía de internet
Para entonces, ya teníamos un contacto en Amorebieta que nos hacia llegar CDs repletos de utilidades y juegos. Ahora queríamos poder copiarlos para nosotros y otros. Tras una larga investigación compramos una grabadora Phillips CDD 2600 que grababa a 2x (es decir, tardaba más de media hora en copiar un CD de 650MB). Ojo, nos costó unas 70.000 pesetas, lo que era una burrada de inversión inicial. Los CDs vírgenes costaban 1.200 -1.500 pesetas cada uno y era habitual que el proceso de grabación fallara de vez en cuando. Al principio usabamos marcas como Philips, Traxdata, Verbatim (los que decíamos que eran los mejores) y luego entraron marcas más económicas como Princo que creíamos que eran una caca. La realidad es que pocos CDs han sobrevivido al paso del tiempo, 20 años son muchos para este soporte que se degrada muy facilmente con el tiempo. Pero tengo algún Princo todavía funcional.




La grabación del CD tenía que ser continua, no podía pararse bajo ningún concepto. Si se vaciaba el buffer de escritura la grabación fallaba y el CD a la mierda. Lo habitual era poner grabar el CD y alejarse del ordenador para que no tuviera ni el más mínimo sobresalto. Lo más seguro era copiar desde el disco duro al CD pero era habitual también copiar de CD a CD, que era mucho  más arriesgado. Había algunos CDs que tenían que hacerse así.

Había discos de música que ocupaban más que la capacidad de los CDs vírgenes, sobre todo los primeros, luego los hicieron de 700MB y puede que algo mayores incluso. Si había discos que no entraban el truco (también me lo enseñó Ivan) era acelerar ligeramente algunas canciones con algún software con lo que se reducía la duración de las mismas y entraban en el CD.

El caso es que las copias de CD se vendían a 2.500 pesetas, normalmente el comprador llevaba un CD que quería duplicar y se duplicada una para el comprador y otra para el grabador, lo que hacía que el catálogo aumentara. Si el comprador quería un CD a base de material del catálogo tenía un precio superior. 

Un salto importante fue cuando se empezaron a duplicar juegos de Playstation, que al principio daba reparo (la parte trasera de los CDs de la Play es negra y parece cosa de otro mundo, pero a la lente del lector del CD le da lo mismo) y además exigía un software y un procedimiento específico pero una vez pillado el truco era la opción más lucrativa y la que más movimiento tenía. No teníamos Play pero sí teníamos un probador oficial que chequeaba que estaban bien copiados. Con las copias de la Play daba para amortizar la grabadora muy rápidamente. Y tanto, se quemó la grabadora de tanto uso y compramos otra el doble de rápida con lo que daba menos problemas porque tenía un buffer más grande. Además fuimos creciendo también en cuanto equipo, ordenador más potente y completo. Tarjeta de TV para decodificar el Plus.

Algunos de los anuncios utilizados

La copia de CDs fue decayendo con la popularización de internet y el abaratamiento de grabadoras de CDs. Se metían ya de serie en los ordenadores y dejó de ser lucrativo. Pero durante unos pocos años fue una inversión más que interesante.

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